Cuenta una fábula que cierto día dos ranas cayeron al mismo tiempo en dos diferentes cántaros de leche. Una de ellas, enseguida comenzó a sentirse sofocada, y se dijo a sí misma: “Yo no puedo respirar aquí, y tampoco puedo salir porque las paredes del cántaro son muy altas. Me voy a morir”. Y efectivamente, poco después se murió.
La otra rana también tenía dificultad para respirar. Pero con toda decisión comenzó a moverse y agitarse, hasta que le leche se convirtió en manteca. Entonces, sentándose sobre una base firme, pudo respirar bien y momentos más tarde se libró de su prisión.
¡Dos ranas en contraste! La primera, símbolo del pesimismo; la segunda, fiel semblanza del optimismo. Y al igual que estas dos ranas, ¿no solemos caer nosotros también en situaciones de estrechez y de angustia? En tal caso, podemos reaccionar como las ranas del cuento. O nos dejamos estar, dándonos por vencidos, o hacemos algo para salir del pozo donde estamos.
Muchos se parecen a la rana pesimista que sin ánimo de lucha se dejó aplastar y se echó a morir. ¿Conoces personas que frente al primer problema que les aparece, lo ven todo negro y ya se preparan para fracasar? En cambio las personas que no se dejan aplastar, las que aun sin ver claro el horizonte se esfuerzan con esperanza, tienen mejores posibilidades a su favor. Su ánimo, su constancia, su valor y su fe les ayudan a sobre ponerse a cualquier contrariedad, por más amarga que parezca
Cuando confiamos en Dios y en su amor, nada puede echarnos abajo o mantenernos en el fondo del pozo. Con él es posible resolver todos los problemas, o aliviar el peso de ellos. Salmos 34:8 dice: “Gustad y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él” y luego añade en Salmo 37:21 “Cuando el hombre cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano”. ¿A cuál de las ranas te pareces?