Dios creó el hogar para que fuera el taller donde se formara el carácter cristianos de los miembros de la familia. Es desde ese “centro de operaciones” de donde deben impartirse las orientaciones para que la herencia religiosa pase de generación en generación.

Deuteronomio 6:4-7 declara: “¡Escucha, Israel! El Señor es nuestro Dios, solamente el Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Debes comprometerte con todo tu ser a cumplir cada uno de estos mandatos que hoy te entrego. Repíteselos a tus hijos una y otra vez. Habla de ellos en tus conversaciones cuando estés en tu casa y cuando vayas por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Átalos a tus manos y llévalos sobre la frente como un recordatorio. 9 Escríbelos en los marcos de la entrada de tu casa y sobre las puertas de la ciudad” (NTV). En estos versículos queda claramente expresado el plan de Dios para la familia.

Cuando la familia se reúne para realizar el culto familiar está reconociendo a Dios, honrándolo, adorándolo y buscando un momento de comunión con él por lo tanto ese espacio de tiempo debe ser una ocasión placentera de gran bendición para todos los miembros de la familia.
Beneficios de celebrar el culto familiar

Son incalculables los beneficios que se reciben cuando la familia sigue el consejo dado por el Señor de apartar un tiempo en particular para la adoración. Entre las muchas oportunidades que el culto brinda las más destacadas son las siguientes:

a. Se estimula la adoración a Dios – los niños desde temprana edad deben aprender a reconocer que Dios es amor y que debemos amarlo.

b. Fomenta una relación personal con Dios – cuando los miembros de la familia desarrollan el hábito de buscar diariamente la dirección de Dios en todas las actividades del día se desarrolla una relación muy personal con Dios así como una dependencia de su compañía.

c. Se transmite la herencia religiosa a los hijos – En el relato de Éxodo se declara que los hijos debía conocer todas las cosas que Dios había hecho por el puedo de Israel, para que en el día de mañana cuando ellos hicieran preguntas sobre algunos asuntos de la fe los padres pudieran contarle lo que Dios hizo por sus antepasados. Eso es pasar la herencia religiosa de generación en generación.

d. Estrecha las relaciones entre padres e hijos – cuando la familia deja todos los afanes y se sientan juntos para compartir la Palabra de Dios y las vivencias del diario se estrechan los lazos en la relación y se fortalece la comunicación familiar.
e. Desarrolla la sensibilidad humana en los hijos – el culto brinda la oportunidad de meditar en todo lo bueno que Dios nos ha dado durante el día y por lo cual debemos estar agradecidos ya que muchos de los que nos rodean no disfrutan de las mismas bendiciones. Esta es una buena oportunidad para elevar oraciones intercesoras en favor de los menos afortunados de la familia, vecindario o el mundo.

Recomendaciones especiales

Debe haber un tiempo y lugar regular para el culto matutino y vespertino. Cuando cada cual sabe cuándo y dónde se celebrará el culto regularmente podrá arreglar su programa para estar presente a tiempo. Pero cuando es irregular antes del desayuno hoy, y mañana después del desayuno, hoy e la sala, y mañana alrededor de la mesa, es muy probable que haya confusión.

Los primeros tienen que esperar por los demás. Nuestros niños deben aprender que todo lo que se relaciona con Dios y la religión se hace con reverencia y con orden. Algunas familias tienen la costumbre de reunirse alrededor de la mesa en la mañana para tener su alimento espiritual antes que el físico. Otras con niños pequeños, hallan que es mejor celebrar el culto en la sala fuera de la vista de los alimentos. Por la noche el culto vespertino no debe celebrarse tan tarde que los niños estén soñolientos. Ni tampoco debe ser muy largo. Los pequeñitos aprenden mejor cuando se les da pequeñas cantidades. El papá puede dedicar toda una hora en oración privada si así lo desea, pero el culto familiar nunca diera ser tan largo que los miembros menores lleguen a cansarse. De diez a quince minutos por regla general está bien. El periodo del culto debe planificarse de tal forma que siempre sea esperado con gozo por los niños.