“No tengo mayor gozo que éste: oír que mis hijos andan en la verdad”.  3 Juan v.4.

En muchas ocasiones he oído a mi esposa utilizar el versículo de nuestra meditación para hoy. Ella por lmás de treinta años trabajó para la iglesia ayudando a fortalecer la relación entre padres e hijos de manera que éstos puedan guiarlos a los pies de Jesús.

Pero a pesar de que esta declaración ha estado en su boca para ayudar y motivar a otros, mi esposa le ha dejado a nuestros hijos un legado maravilloso; su fe. Cada uno de ellos puede decir que su madre influyó en ellos de manera que lo que hoy son se lo deben a el trabajo de ella. Nuestros tres hijos son buenos profesionales, pero lo más importante es saber que ellos “andan en la verdad” como dice el texto.

Aunque a ningún padre se le puede garantizar que sus hijos van a ser ciudadanos piadosos, modelos dignos de imitar, los que tenemos hijos debemos comenzar por darles desde la niñez las herramientas que los ayudarán en su vida futura. Nuestra responsabilidad es proveer lo necesario para que ellos puedan crecer espiritual, física y emocionalmente saludables. Ese será nuestro legado. Eso significa que debemos introducirlos al Salvador, y guiarlos como dice el Salmo 34: 11 “Vengan, hijos míos, y escúchenme, que voy a enseñarles el temor del Señor”. Cada día debemos orar por ellos y exhortarles para que encuentren en nosotros buenos consejeros que les orientan sobre las decisiones correctas para una piadosa forma de vivir.

La tarea no será fácil y en ocasiones sentiremos que estamos envueltos en una terrible batalla. Seguramente nos costará mucho en tiempo y esfuerzo, pero el valor de un hijo es más importante que todo. Gracias le doy a Dios por aquellas madres y padres que están cumpliendo su deber porque en la nueva tierra el mejor testimonio de su gran labor serán sus hijos.

LOS NIÑOS SON DE GRAN VALOR PARA DIOS.