En varias ocasiones he escuchado tanto a mujeres como a hombres casados hablar sobre “mi amiga”, o “mi amigo” al hacer referencia a personas muy allegadas a ellos. Si bien es cierto que todos cultivamos diferentes amistades durante nuestra vida, cuando dos personas se unen en matrimonio hay que considerar con madurez cuál será el grupo de amigos que se conservarán una vez casados.

Durante la vida de solteros es común compartir socialmente con amistades que se han cultivado tal vez desde la niñez, o que se han establecido a lo largo de los años de estudio ya sea en la escuela, universidad, o lugares de trabajo. Es bonito y agradable conservar esas amistades que han significado mucho para cada uno de nosotros, sin embargo, cuando se llega a la vida matrimonial las amistades deben tomar un lugar diferente en nuestra relación.

He visto en la vida de varios matrimonios las tristes consecuencias de no establecer los límites adecuados a las amistades de la pareja. Seguramente muchos matrimonios tienen dificultades para establecer estos límites, sobre todo las mujeres porque nosotras creamos sentimientos afectivos y de mucha lealtad para con nuestras buenas amigas especialmente si nos conocemos desde la niñez. No quiere decir esto que una vez el hombre y la mujer se casan pondrán a un lado a todas sus amistades, pero lo correcto es que toda relación de amistad con personas del sexo opuesto deben pasar a un plano diferente.

Quiero explicar un poco este concepto para no ser mal interpretada. Una mujer soltera seguramente tendrá muchas amigas con las cuales comparte confidencias, ideas, tiempo y mucho más. Se llaman por teléfono, se envían fotos, mensajes, se cuentan sus alegría y sus tristezas. Mantener ese nivel de confidencialidad puede resultar dañino para la relación matrimonial de ambas porque se abre la puerta de la intimidad del matrimonio de ambas y se producirán sentimientos que no son saludables en una amistad que se intenta preservar. Más de un matrimonio se ha roto por la influencia de “un buen amigo”, o “buena amiga”. Por regla general un hombre casado no debe tener amigas íntimas femeninas, y una mujer casada igualmente.

Usted puede estar pensando que estoy exagerando, pero la experiencia me ha enseñado que compartir intimidades y tiempo con amistades del mismo sexo, o del sexo opuesto una vez casados siempre trae problemas. No se necesita tener mala intención para descubrir que “una buena amiga” termina enamorándose de tu esposo después de que le has contado lo dulce y cariñoso que es contigo. En mi caminar he conocido personas que se tornaron celosas de los cónyuges de sus amigos, y en algunos casos se tomaron atribuciones que no eran competentes para opinar, o influenciar en la pareja. Es cierto que el consejo de un buen amigo, siempre será bien recibido por una pareja, pero la privacidad y la distancia deben mantenerse siempre si en realidad deseamos conservar nuestras buenas amistades.

Hubo un tiempo, en décadas pasadas, donde grupos de parejas de amigos casados salían juntos para compartir socialmente y terminaban teniendo relaciones sexuales unos con otros. Usted seguramente cree que nunca le sucederá algo así; mi deseo es que no le suceda, pero lo más saludable es mantener buenas relaciones con sus amistades tanto de su sexo como del sexo opuesto guardando siempre los límites de la privacidad matrimonial. Concluyo haciendo referencia a lo que dicen los autores del libro Matrimonio Blindado (el cual recomiendo), haga de su pareja su mejor amigo, o amiga. Todas las demás relaciones quedarán a un segundo plano y aquellas amistades que se conserven deberán ser amigos de AMBOS.