Aunque nunca lo consideré como una opción, convertirme en la esposa de un pastor fue una de las grandes decisiones de mi vida. Me casé muy joven y con muy poca información de lo que significaba ser la esposa de un pastor. Durante los años de mi niñez y temprana juventud conocí a muchas esposas de pastores que desfilaron por la iglesia donde nací y crecí, pero muy pocas de ellas me causaron tanto impacto como para sentir interés en preguntarles qué significaba estar casada con un pastor. Muchas de esas mujeres fueron esposas muy abnegadas, (eso me imagino) siempre al lado de sus esposos en todas o por lo menos en la mayoría de las ocasiones, madres dedicadas a sus hijos y a las labores del hogar, pero nunca percibí que fueran mujeres de mucho liderazgo público y mucho menos me las imaginé como esposas románticas y cariñosas. No me mal interpreten, no estoy queriendo decir que ellas eran mujeres indiferentes, pero cuando miras la forma como se relacionan las parejas te das cuenta si en realidad tienen una estrecha relación de intimidad salpicada con una buena porción de romanticismo, o si simplemente cuidan mucho lo que ven los demás en ellos. Así miraba yo a las esposas de los pastores de mi iglesia; cuidando su imagen de esposa.
Estar casada con un hombre que ha sido apartado para el santo ministerio es un gran privilegio y honor para una mujer cristiana, a lo menos así lo pienso. Eso no significa que ese hombre es perfecto, que no hay nada malo en él. En realidad lo que significa es que él ha sentido el llamado de Dios y por eso tomó la ruta del servicio abnegado. Pero, ¿qué de ti? ¿Te has sentido tú también llamada? Espero que tu respuesta sea afirmativa porque entonces me imagino que has estado disfrutando de las tantas bendiciones y alegrías que produce el ministerio. Sin embargo, no es de eso de lo que quiero hablarte. Quiero que juntas analicemos lo que una esposa de pastor que se siente llamada para ese papel de esposa, puede y debe hacer para que la llama del amor y el romance no se apague por los ajetreos y la vida complicada que generalmente se vive en la casa pastoral.
Todas sabemos que uno de los grandes factores que no le permiten a la pareja pastoral tener más intimidad es la falta de tiempo, o mejor dicho, la complicación del horario o calendario de actividades del pastor. En muchas ocasiones nuestro esposo pasa más tiempo en juntas, reuniones, visitaciones, que con nosotras. Analicemos esto desde la perspectiva correcta. No se espera que tu esposo esté disponible para ti todo el tiempo, o que se pase la mañana entera contigo acurrucado bajo las cobijas mientras hay cosas del trabajo pastoral que deben ser realizadas. En la vida todo debe tener un equilibrio y es justamente en este punto donde nos tenemos que enfocar. He conocido muchas esposas de pastores que se pasan la vida quejándose porque sus esposos no tienen tiempo para ellas. ¿No te parece que sería mejor que te las arreglaras para aprovechar al máximo las pocas o muchas oportunidades que se te presenten en el día para estar tú con él y demostrarle lo mucho que lo quieres?
Esto te puede sonar un poco confuso así que déjame explicarte un poco más lo que estoy queriendo decir.
1. Siempre que puedas acompañar a tu esposo; hazlo – esto no significa que tienes que andar como un lazarillo detrás de él todo el tiempo porque tú también tendrás cosas que hacer, pero en los momentos que puedas acompañarlo no te prives de esa oportunidad. Mientras van juntos al banco, a una visita, a llevar una carta a un líder de iglesia, puedes ir contándole muchas cosas, hablando de algún tema de interés o simplemente tomando su mano mientras maneja o escuchando juntos una linda música. La cercanía uno del otro produce una sensación de intimidad y les permitirá sentir el calor de la presencia uno al lado del otro. De vez en cuando míralo y sonríele con ternura. Ese hombre que pasa por tantas presiones estoy segura que entenderá el mensaje de tu rostro. Cuéntale un chistecito o dile algo que lo haga reír y verás lo bien que ambos se van a sentir.
2. Exprésale lo mucho que lo amas – las estadísticas revelan que la mayoría de las parejas después del primer año de casado se hablan muy poco. Durante el noviazgo la comunicación es permanente, abundante, interesante y motivadora; después del matrimonio se vuelve rutinaria, escasa e insípida. Es posible que no todas las parejas utilicen la comunicación verbal para expresar su amor. Ya sabemos que existen varios “lenguajes para expresar amor”, pero sea cuál sea tu lenguaje y el de tu pareja, úsalo con frecuencia para afirmarle lo mucho que lo amas.
3. Aplica un poco de creatividad a la relación matrimonial – la relación matrimonial con frecuencia se torna rutinaria e insípida. Eso puede producir la pérdida del romance en uno o ambos cónyuges. Para darle una inyección de virgo a la relación la pareja puede comprar una crema para darse masajes después de la jornada del día, salir a caminar juntos tomados de la mano por el vecindario, tomar un baño juntos, escribirse notas de amor, o cualquier otra idea que resulte novedosa y agradable para ambos.
4. Mantén la habitación matrimonial atractiva – la habitación de la pareja debe ser cómoda y privada. Párate en la puerta de tu cuarto y dale una mirada general. ¿Cuántas cosas ves fuera de lugar? ¿Qué hay allí que sea romántico o que invite al descanso? Aunque sea triste admitirlo algunas parejas tienen en la habitación matrimonial una especial de almacén. En el hogar de muchas familias pastorales en algún lugar del cuarto hay una cantidad de libros apilados, correspondencia de la iglesia, juguetes de los niños, ropa tirada y mucho más. Un lugar que invite al romance y al descanso tiene que estar libre de todas esas cosas. Dedícale tiempo a tu habitación matrimonial. Has una buen limpieza, saca lo que ya está viejo y que no usas, organiza los muebles tal vez en una posición diferente y si tu presupuesto te alcanza compra sábanas, cortinas y cubrecama nuevos. Esto puede ser en cierta medida un gasto que no puedes hacer todo de una vez pero puedes ir adquiriendo nueva lencería poco a poco hasta que veas la habitación atractiva, romántica y llamativa. Recuerda practicar la sencillez en todo momento.
5. Cuidado con la TV en la habitación matrimonial – muchas familias tienen televisores en cada cuarto de la casa. No tengo intención de discutir los pro y los contra de esa decisión porque cada familia es diferente, pero sí quiero recomendarles que saquen la TV de la habitación matrimonial. Ese aparato nos ha vuelto cada vez más distantes unos de otros. No piensen que porque ambos están mirando el mismo programa hay buena comunicación entre ambos, ni tampoco que están pasando tiempo juntos. La verdadera intimidad se tiene cuando nos miramos, nos tocamos, hablamos sin distracciones en el medio y cuando ambos podemos disfrutar de la atención total de nuestra pareja. La TV vuelve a los espectadores simplemente en pasivos, y eso no es lo que se desea. Coloque la TV en un lugar diferente y vayan a ese lugar para disfrutar de esa distracción, pero lejos del cuarto matrimonial. Cuando ambos estén en su cuarto listo después de la jornada del día lo más importante es abrazarse, acurrucarse debajo de las cobijas y expresarse lo mucho que se han extrañado durante el día mientras comparten su amor juntos.
6. No te quejes porque no tienen tiempo para estar juntos – conozco muchas esposas de pastores que viven muy tristes porque sus esposos no tienen tiempo para compartir con ellas. Para las que están en este grupo quiero decirles que quejarse y estar triste no resolverá la situación. Hay que dejar a un lado esa autocompasión y moverse hacia la acción. Es posible que tu esposo sea un tipo de hombre poco expresivo en el amor y más entregado a su trabajo. Si ese es tu problema, entonces tendrás que tomar iniciativas como las que te he ofrecido y muchas más. Aunque parezca más fácil quedarte en el lado de la queja y no hacer nada, te aseguro que es más provechoso dar un paso adelante y comenzar un plan de cambio. Tal vez no sea tan fácil, porque los cambios no resultan fáciles, pero te aseguro que será muy beneficioso para ambos.
Para concluir este artículo quiero compartir con ustedes una experiencia que me sucedió hace algunos años cuando vivíamos en un país lejano. Como tenía mucho tiempo libre me inscribí en un curso para aprender a hacer estuches y empaques para regalos. Ya saben que a todo regalo se le coloca un lazo, o algo para decorarlo, así que cuando llegó la clase para aprender a hacer lazos comencé a tener problemas. La cinta que debía usar para el lazo se me enredaba en las manos y por más que lo intentaba no podría ver que el lazo me saliera bien.
Con mucha frustración miraba cómo mis compañeras de clases hacían lazos hermosos y con mucha destreza. Molesta e incómoda por mi incapacidad para hacer un lazo, tiré todo al canasto de la basura y me quedé tranquila en mi asiento. La instructora observó lo sucedido y se me acercó con una sonrisa en su rostro. -¿Qué te pasa? – me preguntó.
-Es que no puedo hacer los lazos, la cinta se me enreda en las manos y no me sale el lazo – le respondí.
– Bueno, toma otro pedazo de cinta y dale las vueltas de esa forma – dijo ella mostrándome lo que debía hacer. –Ahora, amarra la cinta y luego toma cada uno de los lados y comienza a estirarlos y a acomodarlo para diferentes partes. Imagínate que estás acurrucándote en los brazos de tu esposo, que estás jugando con él y que te está haciendo cosquillas.
– ¡Oh, si es de esa forma, entonces sí creo que puedo hacer este lazo! – le respondí, porque eso sé cómo hacerlo.
Todavía no puedo entender la relación entre hacer un lazo y abrazarme con mi esposo, pero ese día funcionó. Si quieres puedes probar algunas de estas ideas pues tal vez pueden funcionar también para ti. Solamente quiero decirte que si te funcionan me gustaría que me escribieras para decírmelo. ¡Buena suerte!