Los padres que desean criar hijos que sean fieles seguidores de Jesús mientras van creciendo, necesitan establecer un compromiso a largo plazo de trabajar para alcanzar ese objetivo con la ayuda de Dios y el esfuerzo personal. Muchos padres emplean tiempo y esfuerzo en apoyar y animar a sus hijos en los asuntos educativos, en los deportes, o en la prosecución de una carrera profesional, mientras prestan muy poca atención en lo que respecta a motivar los hijos para que sientan el deseo de compartir su fe con aquellos que necesitan conocer a Dios. Los padres realmente sabios tendrán como prioridad lo que Dios también considera una prioridad; es a saber el enseñar a los hijos de manera que puedan tomar el “bastón de la verdad” para pasarlo a las generaciones siguientes.

Seguramente los padres que tienen su mayor interés en la educación de sus hijos están muy enfocados en el rendimiento académico y si lo que buscan desarrollar en sus hijos un deportista de éxito todos sus esfuerzos estarán enfocados en los resultados de sus actividades deportivas. Pero si el interés mayor es en criar hijos que sean devotos seguidores de Cristo, entonces es necesario enfocarse en el estilo de vida del niño de manera que todo contribuya con el desarrollo de su fe y su deseo de compartirlo ya sea en la escuela, el campo de juego, o en su relación social con otros niños.

A continuación comparto con ustedes algunas declaraciones del libro Hogar Cristiano. En ellas está contenido el principio de la importancia que los padres deben dar en la formación del carácter de sus hijos de manera que ellos desde temprana edad sean preparados para compartir su fe.

Los padres deben dirigir correctamente a sus hijos

“A nosotros, como padres cristianos, nos toca dar a nuestros hijos la debida dirección. Deben ser guiados con cuidado, prudencia y ternura en la senda del ministerio cristiano. Un pacto sagrado con Dios nos impone la obligación de educar a nuestros hijos para servirle. Rodearlos de una influencia que los lleva a escoger una vida de servicio, y darles la educación necesaria para ello, tal es nuestro primer deber”.

Dios quiere pequeños misioneros

Dios quiere que todo niño de tierna edad sea hijo suyo, adoptado en su familia. Aun cuando sus años sean pocos, los jóvenes pueden ser miembros de la familia de la fe y gozar una experiencia preciosa. Durante sus primeros años los niños pueden ser útiles en la obra de Dios…

Enseñen los padres a sus pequeñuelos la verdad tal cual es en Jesús. En su sencillez, los niños repetirán a sus compañeros lo que han aprendido.

Los niños harán lo que otros no pueden hacer

Cuando los agentes celestiales vean que no se permite más a los hombres presentar la verdad, el Espíritu de Dios descenderá sobre los niños y ellos harán en la proclamación de la verdad una labor que los obreros de mayor edad no podrán hacer por cuanto su camino se hallará cerrado. Pag. 440-445